Queríamos tanto a Cortázar...
Puede que al principio les parezca extraño, pero sigan adelante: van a ver que se van a dar cuenta de qué está hablando.
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Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente los orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulicordio los encrestoriaba, esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante empocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo plínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.
Julio Cortázar, en “Rayuela”
A esto es a lo que yo llamo talento
2 comentarios:
A mi me sirve leerlo rapido rapido y que mi cerebro vaya completando.
Me gusto lo de caricias casi crueles
Bien Peque! Cortazar siempre me gustó pero esto demuestra que es un genio.
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